Por un milagro salí del infierno y encontré la luz

Sergio, Graduado de Narconon Navojoa
Sergio, Graduado de Narconon Navojoa
 

A la edad de 8 años comencé con el consumo de alcohol. A causa de eso nunca tuve una niñez como yo esperaba. Mis juguetes fueron las botellas y empaques, mi escuela el trabajo de mi padre.

Mi padre se dedicaba a la venta de alcohol ilícito y carnicería, yo era su compañía. Antes de ir a clases me gustaba ayudarle a empacar las botellas de vino que en ese entonces vendía, y de ahí empezó mi curiosidad por lo que empecé a beberlas sin permiso. Teniendo los 8 años cumplidos comenzaron mis primeras resacas. Un día mí maestra de clases se dio cuenta por causa de los vómitos que no podían cesar y me envió a casa. Fue entonces cuando mi padre me descubrió y en lugar de obtener un castigo fue todo lo contrario ya que él decidió que a partir de ese día tendría la tarea de ser su amigo de borrachera.

Así fue como comenzó mi alcoholismo, era un adulto en cuerpo de niño. Todos los días tomaba al lado de mi padre. Para la edad de 10 años yo ya era todo un experto en la bebida y antes de morir mi padre me enseño todo lo que él hacía. Desgraciadamente en 1985 fue cuando el perdió la vida a causa de cirrosis provocada por su alcoholismo.

Después de ese trágico acontecimiento yo consumía alcohol cada vez más, pues aparte de ser mi padre era mi único amigo. El tiempo pasó y todos mis hermanos continuaron estudiando pero yo prefería ayudar en los negocios pues los entendía mejor que todos mis hermanos. Solo asistía a la escuela para ocasionar daños y fechorías.

Conforme yo fui creciendo iba derrochando todo el dinero que mi papá nos había dejado. A la edad de 17 años mi mundo solo se basaba en alcohol, mujeres y parrandas. Al comenzar mi adolescencia todo era felicidad pues tenía muchos amigos y mujeres pero cuando el dinero se me fue de las manos, lo demás se marchó junto con él. Fue en ese punto cuando decidí pedir ayuda por primera vez, no tenía ni la mayoría de edad pero mi vida ya era un desastre. En esos tiempos había llegado por primera vez el grupo de Alcohólicos Anónimos a mi municipio y como el pionero de ese lugar era un viejo amigo de mi padre, decidí entrar. Me gustó tanto que logré más de 9 meses libre de alcohol.

En ese lapso de abstinencia conocí a la mujer que un día fue mi esposa, el gran amor de mi vida. Al poco tiempo de ser novios decidimos vivir juntos y posteriormente casarnos. Del fruto de ese amor nació nuestro primer hijo y fuimos muy felices, pero se acabó muy pronto a causa de mi impulso por volver a consumir alcohol.

El tiempo pasó muy rápido y el alcohol me llevó a consumir cocaína y cristal. Mi espiral descendente dio una caída muy rápida con el consumo de cristal. Me alejé de mi familia y cometí actos aberrantes contra mi persona y la sociedad. Pero como de esta vida nadie se va sin pagar, la justicia me hizo pagar 7 años en prisión. Pero sinceramente fue un cambio muy bueno en mi vida porque en todo ese tiempo dejé de consumir todo tipo de drogas. Asistí a grupos de autoayuda y me volví ministro en la capilla de la cárcel. Esos años fueron tranquilos para mí, pensé que mi vida de adicto había terminado pero no fue así. Recaí y fue con más fuerza que la vez anterior.

Mi adicción ya no tenía control y la mayor parte del tiempo me la pasaba en anexos consumiendo y recayendo una y otra vez. Se volvió un hábito drogarme siempre que pudiera. Nunca imaginé las consecuencias que mi alcoholismo y drogadicción pudieran causar. Estaba en el abismo total cometiendo actos ilícitos contra la sociedad. Dañé a mi familia de todas las maneras posibles y con puños intentaba arrebatarles la vida con tal de que me dejaran vivir la mía. Con mucha vergüenza puedo decir que el cristal me convirtió en un horrible monstruo del que ni su familia quería saber.

Como era de esperarse me pasaba metido en problemas con gente muy mala, peores que yo. En medio del infierno y mi soledad recordé que el amor de Dios existe, con llantos y suplicas le pedí que me dejara vivir, que me dejara ser una buena persona y remediar los daños causados a mi familia. Por un milagro divino pude salir con vida e inmediatamente pedí ayuda para poder cumplir mis promesas.

A los pocos días mis hermanas buscaron ayuda y encontraron el mejor lugar que es Narconon. Desde el primer día en que llegué sentí paz y tranquilidad, era muy diferente a mis centros anteriores. Los empleados me inspiraban mucha confianza y podía mostrarles mis sentimientos tal como eran. Fue aquí en Narconon donde pude tener mi niñez, yo jamás había sido un niño y mucho menos había jugado con un balón. Mis compañeros me enseñaron deportes como fútbol, ping-pong y voleibol. Lloré y reí como nunca lo había hecho. Sin duda aquí yo encontré la felicidad que jamás pude sentir antes.

“Es algo tan maravilloso el sentir como la vitalidad regresó a mi cuerpo. Estoy por cumplir 50 años pero me siento de 15".

Es algo tan maravilloso el sentir como la vitalidad regresó a mi cuerpo. Estoy por cumplir 50 años pero me siento de 15. El proceso de desintoxicación fue algo inigualable, me devolvió la energía y las ganas de vivir. Cada día que pasaba me sentía invencible. Aunque el proceso fue un poco duro y pateó mis emociones, lo volvería a repetir. Tuve que sufrir el calor de la sauna para tener la fuerza que hoy tengo.

Al principio, el curso de Objetivos fue un tanto tedioso porque no comprendía bien su propósito. Conforme fue avanzando entendí el valor que tenía hacer esos ejercicios que yo pensaba insignificantes. Me ayudaron a regresar a la realidad de mi vida y fue muy impactante para mí.

En Narconon me han enseñado muchas herramientas para no volver a recaer en drogas jamás. Soy consciente de que en mis manos está la responsabilidad de mi vida y sólo yo tengo el poder de decisión. Aquí sólo me están dando la manera de sobresalir con mayor facilidad.

Estoy inmensamente agradecido con todo el personal por hacer una labor tan maravillosa. Mis metas son ayudar a más personas y recomendarles que vengan a Narconon. Hoy sólo quiero vivir para poder servirle a Dios y al mundo.

¡Gracias Dios y Narconon! Por fin conocí la felicidad.

—Sergio, Graduado de Narconon Navojoa

AUTOR
CZ

Cristina Zazueta

NARCONON NAVOJOA

EDUCACIÓN Y REHABILITACIÓN DE DROGAS