Una historia de esperanza, fe y transformación
Mi nombre es Ivan Jesús, y hoy, después de cuatro años completamente libre de drogas, puedo mirar hacia atrás y decir que he recorrido un camino lleno de aprendizajes, dolor y transformación. Mi historia no es sencilla, pero quiero compartirla porque sé que hay muchas personas que, como yo, han sentido que no tienen salida. Desde niño, mi vida fue distinta. Soy el mayor de tres hermanos y crecí rodeado de flores. Mis padres tenían una florería, y desde pequeño me involucraron en el negocio familiar. Mientras otros niños jugaban en los parques o salían con amigos, yo pasaba el día limpiando flores y cambiando el agua de los floreros. Podría sonar aburrido para algunos, pero, aunque no tenía mucho tiempo para jugar, disfrutaba de mi trabajo. Sentía que era parte de algo importante, algo que me daba un propósito. Mis padres siempre fueron responsables y dedicados, pero no eran particularmente afectuosos. Su forma de mostrarnos amor era asegurarse de que nunca nos faltara nada y enseñarnos a ser responsables. A pesar de eso, mi relación con ellos siempre fue buena. Pero en casa, quienes realmente me regañaban y guiaban eran mis hermanas. A pesar de ser el mayor, siempre fui muy noble y, de alguna forma, ellas asumieron ese rol protector conmigo.
Una de las experiencias más dolorosas de mi vida ocurrió cuando mi hermana menor falleció de cáncer. Era muy pequeña y su pérdida fue devastadora para toda la familia. Ella tenía una personalidad increíble: dulce, cariñosa, pero a la vez muy madura para su edad. Incluso en su enfermedad, nos daba lecciones de fortaleza. Nos decía que debíamos estar bien, que debíamos ser fuertes y cuidar a nuestros padres. Su partida dejó un vacío enorme, pero también nos dejó un mensaje que, hasta el día de hoy, sigo llevando conmigo: vivir con amor y gratitud.
Durante mi adolescencia, aunque me esforzaba en la escuela, era un estudiante distraído. Sacar un ocho en una materia era motivo de celebración para mí. Sin embargo, mi enfoque cambió en la preparatoria y la universidad. Decidí estudiar algo que realmente me apasionaba: los autos. Me fascinaba conocer cómo funcionaban, aunque no me interesaba tanto repararlos. Esos años los recuerdo como una etapa de estabilidad. Sentía que estaba construyendo algo para mi futuro.
Todo cambió cuando me involucré más en el negocio familiar. Pasé a encargarme de las entregas de flores, lo que significaba largas horas manejando camiones y camionetas. Fue en ese ambiente donde tuve mi primer contacto con las drogas. En las famosas “cachimbas”, donde los conductores descansaban, era común ver a otros consumir estimulantes para mantenerse despiertos durante los trayectos. Al principio, me limitaba a descansar, pero la presión por rendir más y completar las entregas a tiempo me llevó a aceptar cuando uno de los conductores me ofreció “periquitos”, conocidos farmacéuticamente como Asenlix.
Al principio, parecía una solución perfecta. Podía manejar más tiempo sin sentirme cansado. Pero pronto, lo que empezó como una ayuda “inofensiva” se convirtió en una rutina. Después de un tiempo, pasé a consumir cocaína, y luego combinaba ambas sustancias. Creía que tenía todo bajo control, pero en realidad, estaba cayendo en un espiral del que no sabía cómo salir.
El punto de quiebre llegó cuando alguien me dio cristal en lugar de cocaína como una broma. Fue en ese momento cuando mi vida empezó a desmoronarse de verdad. Aunque al principio solo lo consumía ocasionalmente, pronto se convirtió en una adicción devastadora. No era solo una necesidad física, era un apego emocional. Llegué al punto de sentirme enamorado de mi pipa. Pensar en dejarla me llenaba de desesperación y tristeza. Me convencía a mí mismo de que no podía enfrentar la vida sin ella, que era parte de lo que yo era.
La adicción comenzó a destruir todo lo que tenía. Perdí a mi pareja y me alejé de mi hija con tan solo unos meses de nacida. Mi pareja, cansada de mi consumo, fue quien alertó a mis padres sobre mi situación. Ellos intentaron todo para ayudarme: tratamientos médicos, remedios naturales, internarme en anexos. Pero nada funcionaba. Mi consumo seguía aumentando y mi salud física y mental se deterioraba rápidamente.
Llegó un momento en que mi familia, desesperada, decidió encerrarme. Pasé meses en una habitación porque ya no era seguro que estuviera en la calle. Durante ese tiempo, mi madrastra, quien siempre mostró un amor y una paciencia inquebrantables, me habló de Narconon. Me explicó cómo funcionaba el programa y cómo utilizaban técnicas únicas como la desintoxicación y las ayudas para ayudar a las personas a recuperarse. En ese momento, aunque no estaba convencido de querer cambiar, decidí intentarlo.
Cuando llegué a Narconon, mi primera impresión fue de sorpresa. No era como los anexos que había conocido antes. No había rejas ni bardas, y el ambiente era tranquilo y lleno de paz. Durante la etapa de retirada, mi cuerpo ya no sufría las mismas ansias, pues llevaba meses sin consumir. Pero fue en la desintoxicación en sauna donde experimenté los cambios más profundos.
Recuerdo claramente cómo, poco a poco, las alucinaciones comenzaron a desaparecer. Recuperé mi claridad mental y, lo más importante, mi fe. Sentí que algo en mi interior se estaba sanando, algo que creía perdido para siempre. En los ejercicios de objetivos, aprendí a estar en el presente, a dejar atrás los apegos y a enfocarme en lo que realmente importaba.
“Los cursos del programa me enseñaron a tomar decisiones responsables y a priorizar mi bienestar”.
Los cursos del programa me enseñaron a tomar decisiones responsables y a priorizar mi bienestar. Entendí que mi recuperación dependía de mí, y que para lograrlo, debía alejarme de las personas y situaciones que no me beneficiaban. Fue un proceso doloroso, pero necesario.
Hoy, cuatro años después, mi vida es completamente distinta. He recuperado la confianza de mi padre y mi madre, y mi relación con mi madrastra es más fuerte que nunca. Ella fue una pieza clave en mi recuperación, y sé que está orgullosa de lo que he logrado.
Ivan Jesús, Graduado de Narconon Navojoa