Historia de Vida: del Caos a la Esperanza

Narconon Navojoa

Antes de las adicciones, mi infancia fue hermosa, tranquila y llena de momentos felices. Era un niño travieso que pasaba horas jugando con muñecos, viendo caricaturas y disfrutando cada instante con mi hermano. Mi madre siempre estuvo presente, enseñándonos y educándonos con amor, mientras nos llevaba a fiestas y piñatas. Mi familia era trabajadora, unida, y económicamente estábamos bien. Todo parecía estar en su lugar. Recuerdo con cariño esa etapa, en la que me sentía protegido y amado. Sin embargo, hubo momentos que marcaron mi vida y, sin darme cuenta, se convirtieron en el inicio de un camino oscuro.

Mi padre trabajaba en Teléfonos de México, en Culiacán, y pasaba meses fuera de casa. Su ausencia dejó un vacío en mi vida. Además, era un hombre alcohólico y, cuando estaba en casa, solía ser agresivo. Yo ansiaba tener un padre con quien pudiera hablar, que me escuchara y me aconsejara. Mi madre, aunque amorosa, comenzó a volverse más callada, distante, quizás por las circunstancias. Fue ahí cuando empecé a buscar fuera lo que no encontraba en casa.

Al entrar a la secundaria, nos mudamos a una colonia donde predominaban las pandillas. Poco a poco, me fui acercando a un grupo yo también . Ellos me hicieron sentir parte de algo, me escuchaban y me daban la sensación de pertenencia que tanto anhelaba. A los 13 años, comencé a fumar cigarrillos y a probar alcohol en las reuniones. Poco después, experimenté con marihuana. Sentía curiosidad, quería experimentar lo que mis amigos consumían. Ese fue el inicio de todo.

Con el tiempo, ya no era suficiente el alcohol o la marihuana. A los 14 años probé el cristal por primera vez. Aunque en ese momento no afectó tanto mi vida, fue el inicio de una espiral descendente. A los 19 años, tenía mi primer trabajo en Telcel y empecé a ganar dinero. Esto me permitió acceder a drogas más fuertes y costosas. Probé éxtasis, LSD, hongos alucinógenos, peyote y mezcalina, además de diferentes tipos de marihuana. Llegué a consumir en grandes cantidades, mezclando pastillas como clonazepam y diazepam con alcohol y otras sustancias.

El impacto de las drogas en mi vida

El consumo constante empezó a destruir mi relación con mi familia. Me volví agresivo, irrespetuoso y distante. Llegaba tarde a casa, discutía con mis padres y les falté al respeto de maneras imperdonables. También agredí a mi hermano. Mi círculo de amistades se redujo; ya nadie quería estar cerca de mí. Me aislé y me convertí en un ermitaño, encerrado en mi propio mundo.

A nivel físico, mi cuerpo comenzó a deteriorarse. Emocionalmente, sufría de paranoia extrema. Escuchaba voces, sentía que todos me miraban o se burlaban de mí. No podía salir de casa porque el miedo me paralizaba. Socialmente, estaba completamente solo. Había perdido mi trabajo y vivía en un estado constante de ansiedad y depresión.

Llegué a consumir hasta ocho sustancias diferentes al día, incluyendo cristal, alcohol, marihuana y pastillas. Dependía del consumo para funcionar mínimamente. Si no consumía, no podía trabajar, dormir o siquiera salir a comprar algo. Mi vida era un caos.

Tocando fondo

En 2010, todo colapsó. Perdí mis trabajos, mi salud mental y emocional estaba en ruinas, y mi vida social era inexistente. Me volví antisocial, lleno de odio hacia mi familia, el sistema, el gobierno y Dios. Me refugié en la contracultura punk, que alimentaba mi rebeldía y mi sentimiento de estar contra todo.

En 2018, ya estaba consumiendo fentanilo junto con cristal y alcohol. Mi paranoia se intensificó. En varias ocasiones, estuve a punto de perder la vida. Enfrenté problemas con personas peligrosas y con la autoridad. Estaba tan atrapado en las drogas que cometía actos desesperados para conseguir más.

Pasé noches en la calle, en plazas públicas, sobreviviendo como podía. Mi vida no tenía sentido, y yo estaba completamente hundido.

La decisión de cambiar

En un momento de desesperación, mientras veía un canal cristiano, escuché el testimonio de alguien que había superado las adicciones. Esa historia me inspiró. Me di cuenta de que necesitaba ayuda, pero no cualquier ayuda. Quería un programa que no involucrara más medicamentos. Busqué en internet y encontré Narconon Sonora.

El mayor reto fue reconciliarme con mi padre, con quien no hablaba desde hacía 12 años. Tuve que rogarle durante tres días para que aceptara ayudarme. Finalmente, accedió. En marzo de 2021, ingresé al programa de rehabilitación. Estaba lleno de miedo, pero también de esperanza.

La transformación

Narconon me dio la oportunidad de recuperar mi vida. La etapa de desintoxicación fue desafiante, pero liberadora. El sauna eliminó los residuos de drogas de mi cuerpo y, con ellos, el deseo físico de consumir. En el curso de habilidades, aprendí a comunicarme mejor, a ser más tolerante y a enfrentar los problemas de mi vida.

Con el apoyo del personal y mis compañeros, enfrenté mis miedos y mis errores. El libro de valores fue especialmente difícil, pero me dio las herramientas para construir una nueva vida basada en principios sólidos.

Mi mayor motivación durante el proceso fue mi familia. Pensaba en mis hijas y en cómo quería ser un mejor padre para ellas.

Mi mensaje de esperanza

Hoy puedo decir que estoy vivo gracias a Narconon Sonora y al apoyo de mi familia. He dejado atrás el caos y la oscuridad, y ahora tengo la oportunidad de construir una vida plena.

Si estás luchando contra las adicciones, no tengas miedo de pedir ayuda. Busca apoyo, confía en que puedes cambiar y da el primer paso hacia una vida mejor. Narconon Sonora me devolvió la esperanza, y sé que también puede hacerlo por ti.

AUTOR

Alfonso Rodriguez

Secretario al Público Narconon Sonora

NARCONON NAVOJOA

EDUCACIÓN Y REHABILITACIÓN DE DROGAS